Coincidentemente con la implantación del programa neoliberal fujimorista en el Perú, la dictadura cívico militar y el desmoronamiento de la izquierda política, se produce también la aparente desarticulación del movimiento estudiantil, entendido este último como la organización de los intereses populares en este ámbito. Sin embargo era posible vislumbrar desde la década de 1980 una ruptura entre las prácticas partidarias de la vieja izquierda en la universidad y las bases estudiantiles que ésta se esforzaba por dirigir. Las conductas hegemonistas de las dirigencias estudiantiles, en permanente confrontación y que habían instrumentalizado al movimiento universitario en función de sus intereses políticos, iban pues progresivamente perdiendo influencia con las bases que decían representar.
En realidad la idea de asegurarse las bases estudiantiles como botín político tenía su correlato en las prácticas de burocratización de las instituciones de cogobierno y autonomía, triunfantes desde la reforma de Córdoba. Cuando la izquierda electorera empieza a desmoronarse y Sendero Luminoso es derrotado, el neoliberalismo se consolida en la universidad, no sólo como proyecto de universidad-empresa sino como discurso ideológico. El apoliticismo persistente de las masas universitarias entonces tiene como sustento la cultura del neoliberalismo, pero fue reforzado además por la previa presencia de anquilosadas estructuras de representación estudiantil cooptadas por parte de la izquierda superviviente, que fácilmente fueron barridas por la intervención dictatorial del fujimontesinismo. Esta burocracia parece ahora resucitada estos últimos
años en la universidad pública.
Uno de los principales problemas en el análisis de la problemática de la universidad, que impide a su vez explicarse que es lo que sucede en ella y qué hacer para convertirla en herramienta de un proyecto revolucionario, es la aproximación insuficiente o fallida a la totalidad. Es decir, en un primer caso, la tentación de ver a la universidad como espacio autónomo e incidir excesivamente en sus particularidades en el marco de un espacio cerrado, y en otro, un erróneo análisis estructural, referido principalmente a la forma como se interpreta históricamente el modo de producción capitalista, el cual condiciona la forma en la que la universidad se recrea y establece en la sociedad. Ambos análisis tienen como resultado prácticas políticas que mantienen o profundizan la crisis del movimiento estudiantil como se verá a continuación.
CAPITALISMO Y UNIVERSIDAD.
El neoliberalismo como expresión de un capitalismo mundializado ha replanteado el concepto de universidad en función de esta nueva situación. Por lo tanto la universidad pública de un país de la periferia capitalista adecua la formación técnica del trabajo humano a las necesidades de la expansión del capital en este tiempo. Ese es el papel de la universidad hoy, la de ser uno de los instrumentos que aseguran la situación de explotación y dominación de las masas trabajadoras y la transmisión de los recursos de los países neocoloniales a los países centrales. Pero además la función de la universidad tiene un carácter eminentemente ideológico que se expresa en forma general en la cultura del individualismo, competitividad y consumismo, que posibilitan que se reproduzcan las condiciones materiales de la producción capitalista globalizada.
Si bien lo fundamental de la universidad como aparato educativo e ideológico al servicio del capitalismo no es nuevo, si existen ciertas condiciones que han surgido producto del neoliberalismo y del derrumbe de los proyectos socialistas en el mundo. La principal es el abandono de los proyectos de desarrollo industrial en los países de la periferia capitalista y su relación con la idea de universidad. Durante la décadas que van de 1950 a 1970, varios países de América Latina, alentados por la teoría de la dependencia y el desarrollismo, emprendieron programas de industrialización que pretendían impulsar la consolidación de un capitalismo nacional en los respectivos países de la región. Esto necesariamente implicaba un proceso educativo cuya expresión fue la apertura a amplios sectores sociales de la educación pública y en particular de la universidad.
La ampliación de la educación pública en general buscaba formar a la mano de obra técnica y profesional que necesitaría esa nueva y creciente industria nacional en Latinoamérica, pero también el personal burocrático de un Estado cada vez más sobredimensionado. El aparato productivo necesitaba alimentarse del trabajo humano que posibilitara el crecimiento de diversas ramas industriales, incluso la industria pesada. El Estado también se convertía en propietario de diversos medios de producción como parte del estímulo empresarial que se pretendía consolidar. Y por otro lado la ideologización producto de la confrontación durante la guerra fría y los proyectos ideológicos de los Estados populistas de búsqueda de la “identidad nacional”, tendría también su efecto en la profesionalización de los “trabajad
ores intelectuales”.
El fracaso de este modelo (también llamado de “sustitución de importaciones”) durante la década de 1980 en el Perú y su mayor desmantelamiento en los noventas, tiene diversas consecuencias que se sentirían progresivamente en el movimiento estudiantil hasta hacerlo entrar en crisis. La masificación de la educación encontraría como respuesta fuera de la universidad un proyecto nacional cancelado producto del fracaso del modelo económico desarrollista. El desempleo creciente y las nuevas necesidades del neoliberalismo producirían un reacomodo de las carreras profesionales, una tecnificación de las mismas o el surgimiento de las opciones vinculadas a la expansión tecnológica y comunicacional del capitalismo globalizado. Todo esto desencadenaría, por un lado, una aparente desideologización de la masa estudiantil, y por otro, el desconcierto y autismo de la izquierda, acompañadas del fracaso de sus proyectos de gobierno y/o de poder, que terminarían por fragmentarla y sumirla en la marginalidad.
POLÍTICA, MOVIMIENTO POPULAR Y UNIVERSIDAD.
En los momentos de irrupción del neoliberalismo, las acciones del movimiento universitario se centraban en la agitación política y en las luchas por las reivindicaciones educativas desplegadas desde el movimiento de Córdoba. En realidad se relacionaban concretamente con el proyecto de universidad que tenía la izquierda en su conjunto, tanto la electoral como la armada y que significaban el acceso al gobierno por un lado, y por otro, la toma del poder. De esta forma la agitación política y la lucha por las reivindicaciones, a través de los organismos de representación estudiantil, estaban al servicio de las campañas electorales o por la agudización de las contradicciones. Es decir, tenían un marcado carácter coyuntural e inmediatista.
Para la izquierda electoral la captura del movimiento estudiantil significaba también un capital político dentro de la pugna por la hegemonía, tanto con los demás partidos políticos de la derecha, como a nivel interno, es decir, en la lucha entre facciones de izquierda. De este modo, era importante el control de diversos organismos de representación, desde la FEP (como gremio nacional) hasta las federaciones o representaciones estudiantiles en las diferentes universidades. Esto porque lograr una correlación de fuerzas le permitiría negociar mejor su posición dentro del frente electoral. En el fondo de todo estaba el convencimiento de que el gobierno del país estaba por alcanzarse y que se debería profundizar la influencia política en los movimientos sociales donde supuestamente se tenía a las bases comprometidas con el proyecto de la izquierda electoral. El derrumbe de esta izquierda desnudó lo ilusorio de esta situación pues esa representación ganada en los diferentes movimientos sociales, como el universitario, se encontraba cada vez más divorciada del movimiento popular.
Igual de ilusoria era la tesis de Sendero Luminoso respecto al equilibrio estratégico, que condicionaba su accionar político en sus diferentes espacios de acción, dentro de los cuales, estaba también la universidad. Para Sendero, el equilibrio político militar con el Estado burgués se había logrado y la toma del poder era inminente. Por lo tanto, el accionar político en la universidad giraba alrededor de agudizar las contradicciones entre las bases estudiantiles y el Estado, radicalizando la confrontación y captando a los estudiantes hacia la lucha armada. A esto se sumaba la confrontación con la izquierda electoral que en general pudo cercarlo y apartarlo del control de importantes espacios de representación, así como desprestigiarlo ante las bases e incluso denunciarlo ante la represión, debilitando su aparato organizativo.
Durante la década fujimorista la derrota de la izquierda fue vinculada con las políticas represivas en la universidad que desmontaron casi totalmente los espacios burocráticos construidos por la izquierda en las instancias de representación. Pero éstas en realidad sirvieron para ocultar que las causas del desplome de la izquierda, tanto alzada en armas como electoral, se relacionaban con cambios estructurales que debilitaron su base social y su dogmática e idealista lectura de las condiciones objetivas que tornaron anacrónica su línea programática. La derrota política y militar estaba por lo tanto ya incubada desde antes del advenimiento del Fujimontesinismo. Luego de la caída de la dictadura, la izquierda en la universidad intenta reconquistar sus espacios en el cogobierno estudiantil y su influencia política en las bases, también con nuevos grupos que se proclamaban fundadores de una nueva opción de izquierda en la universidad. Sin embargo, tanto estos nuevos grupos como los del anterior proceso, fortalecieron los antiguos vicios que contribuyeron a alejarlos de las bases. A las conductas hegemonistas y a la corrupción, se sumó un renovado dogmatismo sumamente empobrecedor y regresivo.
MOVIMIENTO ESTUDIANTIL Y PROYECTO POLÍTICO
Como reacción a la vieja izquierda en la universidad se han levantado algunas propuestas desde el reformismo, que desde una posición de izquierda “posmoderna” buscan rescatar la potencialidad del espacio universitario como generadora de un conocimiento alternativo y contrahegemónico al capitalismo. Inciden concretamente en una crisis de sentido de la universidad y por lo tanto centran la tarea en la búsqueda de una nueva radicalidad, que debe ser gestada en un aprendizaje compartido con otros espacios sociales. La propuesta, más allá de su conexión con las autoridades pseudo progresistas y sus cuadros académicos, tiene serios inconvenientes tanto en su desarrollo como en su aplicación debido a su concepción antidialéctica.
En efecto, la potencialidad de la universidad esta relacionada con la clase de conocimiento que pueda generar y como éste puede ser socializado y enarbolado en contra del capitalismo y su expresión neoliberal. Sin embargo el problema que se presenta es como un conocimiento alternativo puede surgir de un espacio dominado e instrumentalizado por el capitalismo de forma avasalladora y asfixiante. El proyecto “emancipatorio” de la universidad fundamentado en la “revolución del conocimiento”, aunque expresamente diga lo contrario, tiene un fuerte componente autonomista y apolítico, en la medida que no responde a un proyecto de poder ajeno al de dominación burguesa. ¿Porqué entonces se explica que esta propuesta renovadora respeto a las desfasadas y burocráticas concepciones de la izquierda tradicional, ha sido arrinconada a la marginalidad, del ya por sí marginal movimiento estudiantil?. La universidad forma parte de una totalidad económica y social que debe ser aprehendida desde una determinada conciencia de clase: aquella que entiende que sólo sobrevivirá si revoluciona la estructura económico-social. El problema por lo tanto es que la universidad debe ser parte de un proyecto político totalizador. La universidad no puede encontrar su propio sentido, ni tampoco los demás espacios de articulación social, de forma aislada y autónoma.
Un proyecto revolucionario implica en primer lugar aceptar y luego establecer la reales causas de la derrota sufrida por la izquierda a nivel mundial. Pero también significa ir asegurando las certezas de lo que no fue derrotado a nivel teórico y programático. Este conocimiento de proletariado, sin embargo, está siempre orientado a la lucha de clases que lleva a cabo contra la dominación burguesa. Por eso despliega entonces sus líneas de acción política hacia los espacios populares dándoles una dirección a su organización, colocándolos en función de un amplio movimiento de masas dirigidos a golpear estratégicamente al enemigo. La universidad está inmerso y es a su vez uno de estos espacios, con sus propias particularidades y potencialidades. La dialéctica que se produce entre su particularidad y la totalidad de la lucha de clases no llega a producir conocimiento revolucionario si no está a su vez comprometido con el proyecto político, que a su vez debe siempre esforzarse por comprender cabalmente esta contradicción.